Unos años después de la
implementación del Euro se llegó a la división y fragmentación financiera y
política en el club de la moneda única. Lo contrario de lo que se pretendía. La
idea era que una divisa común aceleraría la cesión de soberanía de los países
adheridos a ella y se caminaría hacia una unión política.
Pero en cuanto empezaron a
venir mal dadas a raíz del descontrol de endeudamiento en el Eurogrupo, en vez
de unión se produjo división. Los tipos de interés a los que se financia cada
país variaron mucho de unos a otros. Y también las empresas de cada país
acusaron esas diferencias de tipo de interés.
Por ejemplo, las empresas
alemanas, austriacas o finlandesas en 2013, se financian a menos tipos de
interés que las españolas, italianas o portuguesas, aunque sean empresas de
igual solidez unas que otras.
Las deudas que emiten los
países acabaron por ser compradas por las propias entidades financieras de los
mismos. En 2013 es lo que parece una ruta hacia que cada país se autofinancie
independiente de los otros. Y si un país se arruina, colapsará sin arrastrar en
gran medida a los demás.
Una unión bancaria en la
Eurozona con un Mecanismo de Supervisión Único podría acabar con dicha
fragmentación. Podría existir un fondo de garantía común para los bancos del
Eurogrupo y una recapitalización directa con préstamos a los mismos cuando
fuera necesario.
Pero los países que están
mejor y manejan mejor sus recursos públicos, como Alemania, Austria o
Finlandia, no tienen gran entusiasmo en una unificación que podría llevarles a
costear los desmadres de los PIGS y que podría hacer que las empresas alemanas,
austriacas o finlandesas tuvieran que pagar más intereses por los préstamos que
reciben.
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