Cuando se habla de
austeridad no es lo mismo hacer recortes en gastos públicos no productivos que
subir impuestos para lograr una consolidación fiscal en un país. Las subidas de
impuestos más allá de un límite razonable provocan la asfixia de la economía,
la huída del dinero (o no captarlo) y el aumento de la economía sumergida.
Muchos países de la zona
Euro, cuando se vio que su nivel de endeudamiento privado o público era
insostenible, se vieron en la necesidad de recurrir a ajustes. Pero algunos
como España lo hicieron incidiendo más en aumentar los tipos de los impuestos
que en los recortes de gastos poco rentables.
Cuando se recortan gastos públicos
que no son esenciales se está saneando el sistema económico porque se trata de
reformas estructurales. Pero los políticos son reacios a hacerlo debido a que
muchos de esos gastos son de carácter publicitario demagógico o compra votos
mediante subvenciones a sectores afínes propagandísticos.
Al no recortar dispendios
estructurales y optar por subidas de impuestos, los gobiernos tienen pan para
hoy pero hambre para mañana. Castigan el ahorro de las clases medias a base de
extorsión recaudatoria y frenan la actividad económica con lo que el PIB baja o
se estanca. El paro no se reduce o aumenta.
Resumen:
La austeridad no consiste en
no gastar, sino en gastar correctamente el dinero y no dilapidarlo. Los
recortes del gasto público han de ser de tipo estructural en apartados poco o
nada productivos. Y subir impuestos más allá de ciertos límites provoca
ahogamiento de la economía y destrucción de la clase media.
Existe en la zona Euro una
recaudación pública cuya media está en el 42% del PIB. Es una barbaridad propia
del Enrocaos. Y aún hay quien pide que se recaude más. Mientras tanto, muchas
empresas emprendieron el camino de la deslocalización a otros países menos
infierno fiscal o el camino de la quiebra.
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